Son
varias las cartas de Pablo donde se habla de un carisma de enseñanza. Es más,
al poseedor de este carisma se le llama simplemente didáskalos, utilizando
el título antes reservado a Jesús. El sentido de didáskalos, sin
embargo, no coincide con el que se aplica a Jesús, pues el correlativo de
«maestro» es «discípulo», y nunca, en la comunidad primitiva, los didáskaloi
pretendieron hacer escuela ni formar grupos de discípulos. Cada miembro de
la comunidad es discípulo de Jesús y solamente de él. Por eso, la traducción
más apropiada para didáskalos como carisma no es «maestro», sino
«instructor».
Antes
de comentar los textos hay que precisar lo que se entiende por «carisma». El
carisma no es un don caído del cielo, independiente de las cualidades de la
persona. Siendo fruto del Espíritu (1 Cor 12,7ss), nuevo principio de vida que desarrolla
y potencia las capacidades del hombre, el carisma supone el desarrollo de
cualidades existentes en el individuo, para que éste las ponga al servicio de
la humanidad o de la comunidad cristiana.
Así, el
carisma de apóstol desarrolla la capacidad de convocatoria de un cristiano,
haciéndolo idóneo para fundar nuevas comunidades y educadas en la fe.
El
carisma de profeta supone el aumento de la sensibilidad al Espíritu y a la
historia y el afinamiento de la intuición, que hacen capaz de percibir el
estado de una comunidad en un
momento determinado, su sintonía o falta de sintonía con el Espíritu, su necesidad de liberación, de ánimo, de apertura, de compromiso, las líneas de desarrollo que, conforme al Espíritu y a la disposición y dotes de la comunidad, se deben proponer. Mediante la profecía, el Espíritu, a la luz de la novedad de la historia, relee incesantemente el mensaje de Jesús y va descubriendo sus virtualidades, que responden a las necesidades que van surgiendo (Jn 16,13). Combina así el «entonces» del mensaje con el «ahora» de la historia como lenguaje de Dios, recomponiendo la totalidad de la interpelación divina.
momento determinado, su sintonía o falta de sintonía con el Espíritu, su necesidad de liberación, de ánimo, de apertura, de compromiso, las líneas de desarrollo que, conforme al Espíritu y a la disposición y dotes de la comunidad, se deben proponer. Mediante la profecía, el Espíritu, a la luz de la novedad de la historia, relee incesantemente el mensaje de Jesús y va descubriendo sus virtualidades, que responden a las necesidades que van surgiendo (Jn 16,13). Combina así el «entonces» del mensaje con el «ahora» de la historia como lenguaje de Dios, recomponiendo la totalidad de la interpelación divina.
El
carisma del evangelista es el de animador entusiasta, potenciado por el
Espíritu, cuya predicación esporádica en las comunidades levanta el espíritu de
éstas y las estimula a ser fieles al Señor.
Como se
ha notado, el hecho de llamar didáskaloi a miembros de la comunidad que
ejercen una actividad de enseñanza no puede significar que éstos suplanten el
papel de Jesús. El magisterio de Jesús se ejerce por medio del Espíritu, principalmente a través
de la profecía. De ahí la importancia que Pablo atribuye a este carisma (1 Cor
14,1: «Esmeraos en el amor mutuo; ambicionad también las manifestaciones del Espíritu, sobre todo hablar
inspirados / ejercer la profecía»), suponiendo, además, que, en la reunión
cristiana, todos son capaces de ella (ibid., 14,24: «Si todos hablan inspirados y entra un no
creyente ... »}.
El
papel del didáskalos-instructor se limita, por tanto, a mantener vivo en
la comunidad el mensaje de Jesús. La importancia de esta instrucción es
decisiva, pues hemos visto antes el peligro de separar Espíritu y mensaje. El profeta inspirado por el Espíritu
transmite la enseñanza de Jesús, que aplica su mensaje a las circunstancias del
momento; el didáskalos, ayudado por el Espíritu, instruye a la comunidad
sobre el mensaje como tal. Son carismas complementarios (cf. Hch 13,1: «Había
en Antioquía, en la comunidad allí existente, profetas y maestros» ).
En
paralelo con los carismas anteriormente mencionados, también el de instructor
supone el desarrollo de capacidades existentes, en particular las de
comunicación, formulación y claridad de exposición; pero además, a diferencia de los de «apóstol»,
«profeta» o «evangelista», el de instructor desarrolla una capacidad
laboriosamente adquirida. Con toda evidencia, el «maestro» es un hombre que,
con la penetración que le da el Espíritu, estudia, medita y vive el mensaje de
Jesús y así profundiza en él, para después exponerlo a la comunidad.
En los
Hechos, de los dos misioneros, Bernabé y Saulo, enviados por el Espíritu
(13,2), Bernabé tiene el papel de profeta, Saulo el de maestro (cf. 14,12). Ambos
son llamados «apóstoles» (14,4.14), es decir, enviados para fundar nuevas comunidades.
En la
mayor parte de los textos paulinos no se explica el carisma, se constata su
existencia (cf. Rom 12,7). En 1 Cor 12,28s Pablo destaca la importancia de tres
carismas, los de «apóstol», «profeta» y «maestro», en ese orden; a continuación,
ya sin número de orden, menciona otros, al parecer menos importantes para la
comunidad. De hecho, los tres primeros la fundan y la mantienen; los que
siguen: «luego hay milagros, dones de curar, asistencias, funciones directivas,
diferentes lenguas», representan actividades o hechos ocasionales dentro de
ella.
En Ef 4,11,
se mencionan cinco carismas, en último lugar el de los «maestros»; pero lo más
importante del texto es la descripción que hace de la finalidad de estos
carismas: «él dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como
evangelistas, a otros como pastores y maestros, con el fin de equipar a los
consagrados pata la tarea del servicio, para construir el cuerpo del Mesías,
hasta que todos sin excepción alcancemos la unidad que es fruto de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, la edad
adulta, el desarrollo que corresponde al complemento del Mesías» (14).
En 1 Tim 2,7 Pablo se describe como «maestro
de las naciones»; es la proclamación de la buena noticia entre los paganos lo
que se describe aquí como enseñanza (cf 2 Tim 1,11).
Muchas veces, el verbo «enseñar» no se usa en
el sentido técnico de carisma: designa simplemente el contenido de la predicación
o exhortación dentro de la comunidad (así en 1 Cor 4,17; Col 1,28; 2 Tes 2,15; 1
Tim 4,11; 6,2; 2 Tim 2,2), de la catequesis (Ef 4,21; Col 2,7) o la exhortación
mutua dentro de la comunidad (Col 3,16).
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