En el
episodio de la sinagoga de Cafarnaún, tal como lo describe Marcos, Jesús entra
en ella para enseñar: «El sábado entró en la sinagoga e inmediatamente se puso
a enseñar». Ante su enseñanza se produce una reacción general del público: «estaban
impresionados de su enseñanza, pues les enseñaba como quien tiene autoridad, no
como los letrados».
Como se
ve por el texto, no es el contenido de la enseñanza de Jesús, sino el modo de
enseñar (<<con autoridad») lo que impresiona al auditorio. El verbo usado
por Marcos, «estaban impresionados.», no indica un conocimiento intelectual, sino
una experiencia.
La
autoridad (exousía) de Jesús no es jurídica, pues no reviste carácter
institucional; nace de la plenitud del Espíritu que posee (1,10). La impresión
causada por Jesús se debe a la experiencia directa de su autoridad, es decir, del
Espíritu que lo llena. Comunica ante todo una xperiencia, no un saber
conceptual o ideológico.
Esta
experiencia proporciona a los oyentes un criterio de juicio para distinguir
entre verdadera y falsa autoridad, criterio que utilizan inmediatamente: niegan
autoridad a la enseñanza de los letrados.
Los
letrados, en plural de categoría, son los representantes autorizados de la
institución judía para proponer la doctrina oficial. Al negar autoridad a la
enseñanza de los letrados, el público de la sinagoga la está negando a la
institución misma. Al experimentar la autoridad de Jesús han visto claro que la
institución, en cuanto transmisora de doctrina, no representa a Dios ni está
avalada por él.
Resumiendo:
Jesús no impone a sus oyentes una ideología o doctrina; reciben la experiencia
directa y personal de una realidad presente en él, que aureola el contenido de
su enseñanza. De hecho, no apela a la autoridad divina para avalar una doctrina
propia, hace percibir directamente la presencia del Espíritu en él. No aduce
credenciales, pero la gente intuye su verdad. Los oyentes concluyen que la
doctrina tradicionalmente propuesta por los letrados es meramente humana y que
Dios no tiene nada que ver con ella. El juicio negativo sobre los letrados no
es expresado por Jesús, lo emiten espontáneamente sus oyentes. Se ha despertado
el espíritu crítico y se abre el horizonte de la libertad y la autonomía, es decir,
el de la madurez humana.
Como se
ve, también en este pasaje el criterio para discernir entre la verdad de Jesús
y la falsedad de la institución se encuentra en el interior del hombre, no en
argumentos, pruebas o testimonios ni en la autoridad divina. Es el hombre mismo
quien, ante la persona de Jesús, discierne su verdad.
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