Como se
ha visto al tratar del evangelio de Juan, la condición para dejarse convencer
por las obras de Jesús es la idea de Dios como Padre que ama al hombre y desea
comunicarle vida. Esta concepción de Dios tiene por consecuencia la propia actitud
en favor del hombre. Quien no tenga esta actitud no aceptará como criterio de
verdad las obras de Jesús.
Un ejemplo
palmario de falta de amor al hombre se encuentra en Mc 3,1-7 a, segundo
episodio en una sinagoga, donde Jesús cura al hombre que tenía un brazo
atrofiado.
También
este inválido es un prototipo. De hecho, en esta sinagoga no hay público alguno;
los únicos personajes mencionados son Jesús, el inválido y los fariseos; no hay
tampoco reacción de un público presente a la acción de Jesús. Esto significa
que el inválido representa al público, a los fieles de la sinagoga, quienes, por
la interpretación de la Ley propuesta en ella (compendiada en la observancia del
sábado) y propugnada por los fariseos, ha perdido su creatividad y su posibilidad
de acción. La mano/brazo es símbolo de la actividad.
Jesús
se propone sacar al pueblo del lastimoso estado en que se encuentra,
devolviéndole su capacidad de acción. Para ello intenta hacer razonar a los
fariseos, proponiéndoles una
pregunta que tiene evidentemente una sola respuesta: «¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar?» Es Dios mismo quien ha establecido la
observancia del sábado, como día de libertad y de descanso, como prenda de la futura y total liberación del hombre. Es Dios, por tanto, el que establece lo lícito o lo ilícito en sábado.
Jesús pregunta si Dios está en favor de la vida o de la muerte del hombre. Para todo aquel que tenga la idea del Dios creador o dador de vida, la respuesta es evidente. Pero los fariseos
tienen otra idea de Dios, la del legislador impositivo y exigente, preocupado de su propio honor y de preservar el orden que él ha impuesto, no del bien o del mal del hombre.
pregunta que tiene evidentemente una sola respuesta: «¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar?» Es Dios mismo quien ha establecido la
observancia del sábado, como día de libertad y de descanso, como prenda de la futura y total liberación del hombre. Es Dios, por tanto, el que establece lo lícito o lo ilícito en sábado.
Jesús pregunta si Dios está en favor de la vida o de la muerte del hombre. Para todo aquel que tenga la idea del Dios creador o dador de vida, la respuesta es evidente. Pero los fariseos
tienen otra idea de Dios, la del legislador impositivo y exigente, preocupado de su propio honor y de preservar el orden que él ha impuesto, no del bien o del mal del hombre.
La
respuesta a Jesús es el silencio, que nace de la obstinación. Al no estar
interesados en el bien del hombre, no pueden aceptar la actividad liberadora de
Jesús.
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