domingo, 5 de enero de 2014

"Didáskalos" y "didáskô" en los evangelios.



En el griego de los evangelios, el término para «maestro» es didáskalos. En el evangelio de Marcos aparece 12 veces, siempre referido a Jesús. De ellas, siete en boca de personajes que pertenecen a la cultura judía, pero que no son del círculo de Jesús; cuatro veces en boca de discípulos (4,38; 9,38; 10,35; 13,1) Y una vez en boca de Jesús, para designarse a sí mismo de manera exclusiva (14,14: ho didáskalos). En la cultura judía, didáskalos era aquel que, tomando pie de la Torá, mostraba el camino de Dios; en el caso de Jesús, el mensaje del Reino. 

El término «rabbí», que se usaba primitivamente como tratamiento para los jefes o los que gozaban de una posición elevada, comienza a emplearse para los maestros hacia el año 110 a.C. Designa al maestro que comenta la Ley de Moisés permaneciendo en el ámbito de la tradición (9). En los sinópticos, dirigido a Jesús, el término «rabbí» aparece en un pasaje de Mateo (25,29), en boca de Judas, y en tres pasajes de Marcos, de ellos dos veces en boca de Pedro (9,0; 11,21) y una en boca de Judas (14,45). En estos evangelios, el término es claramente peyorativo. 

En el evangelio de Mateo, didáskalos aparece también doce veces, y Jesús se lo aplica a sí mismo con carácter exclusivo (26,28). No sólo eso, reivindica ser el único maestro dentro de la comunidad cristiana (23,8: «vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "rabbí", porque vuestro maestro es uno solo y vosotros todos sois hermanos»). 

En Lucas aparece 17 veces. Como en Mateo y en Marcos, Jesús se lo aplica a sí mismo con sentido exclusivo (22,11). Es conocido que en Lc los discípulos no usan este tratamiento con Jesús, sino el de epistátês (5,5; 8,24.45; 9,33.49; cf. 17,13), que puede traducirse por «jefe». 

En Juan, didáskalos aparece siete veces; «rabbí», ocho; pero en este evangelio son equivalentes, como lo hace notar Juan mismo, al dar la traducción de «rabbí» en 1,38, aplicado a Jesús por los dos discípulos del Bautista. Jesús, sin embargo, no se aplica a sí mismo el título de «rabbí», sólo el de didáskalos (13,13). 

En cuanto a la actividad de la enseñanza, Jesús, en el evangelio de Marcos, enseña solamente a auditorios compuestos de judíos, o a sus discípulos (término que en este evangelio designa a los seguidores procedentes del judaísmo) (10), cuando éstos no entienden por el contacto con él y con su actividad (8,31; 9,31). Se explica que Jesús enseñe sólo a judíos por el significado de «enseñar»: exponer el mensaje tomando pie del A T. Marcos, que rechaza la idea de imponer la cultura judía a los paganos, distingue cuidadosamente incluso el modo de hablar de Jesús según el público a quien se dirige (11). Se entiende así perfectamente que Jesús nunca dé a los discípulos el encargo de «enseñar» y que, cuando éstos de hecho enseñan (6,30), estén traicionando la misión universal que Jesús les ha confiado. La misión de los seguidores de Jesús es «proclamar» (13,10; 14,9: kèrússein), es decir, proponer al mundo entero el reinado de Dios como la alternativa a la sociedad injusta. 

En Mateo, que tiene una eclesiología diferente: todos los seguidores de Jesús, judíos o paganos, forman parte del nuevo Israel. Mt basa esta concepción en la promesa hecha a Abrahán: «en ti serán benditas todas las naciones» (Gn 12,3; cf. Mt 1,1: «Hijo de Abrahán») (12). Jesús enseña a sus seguidores solamente en 5,2 (las bienaventuranzas) y el encargo de enseñar que les da (28,20) no se refiere a una doctrina, sino a la práctica de las bienaventuranzas 28,20). El único maestro sigue siendo Jesús (13). 

En Lucas, Jesús enseña en las sinagogas (4,15.31; 6,6;13,10), a la multitud (5,3) y gente judía (5,17; 18,22.26; 23,5) y, finalmente, en el templo (20,1.21; 21,37); nunca se dice que enseñe a los suyos, solamente responde cuando éstos le piden que les enseñe a orar (11,ls). Jesús mismo habla a los discípulos de la enseñanza que les dará el Espíritu en la hora de la persecución (12,12). Por otra parte, en Lc Jesús no encarga a sus discípulos que enseñen; su misión será dar testimonio de él (Hch 1,8). 

Tampoco en Juan enseña Jesús a sus discípulos, sino en la sinagoga (6,59) y en el templo (7,14.28; 8,20). La formación del discípulo en Juan se hace por la experiencia que da el contacto con Jesús y con su actividad (1,39; 9,3). Tampoco les encarga enseñar. Su misión consistirá en dar un testimonio que acompañe al del Espíritu (15,26s). 

De los evangelios se deduce, por tanto, que Jesús, el Maestro no enseña a sus discípulos o seguidores verbalmente, sino por  el contacto con su persona y actividad. Paralelamente, la
misión de los discípulos no consiste en una enseñanza, y mucho menos se habla de una enseñanza dentro de la comunidad cristiana. En ésta, el único maestro es y ha de seguir siendo Jesús mismo.



9 Cf.]. Mateos, Los Doce y otros seguidores de Jesús en el Evangelio de Marcos, Madrid, Cristiandad 1982, p. 22ss.
10 Cf. ibid., p. 129ss.
11 Véase ibid., p. 194ss: El doble vocabulario.
12 pe ahí que en este evangelio Mateo el recaudador/publicano aparezca en la lista de los Doce, figura del Israel mesiánico; en Mc, por el contrario, la figura paralela de Leví queda excluida de los Doce.
13 De ahí que interpretar Mt 16,19: «te daré las llaves del Reino de Dios: lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo», en clave de magisterio contradice a otros datos explícitos del evangelio. Por otra parte, el poder de atar y desatar explica el sentido de las llaves, y se da a toda la comunidad cristiana en Mt
18,18. Si está dado a todos, no puede tratarse de un magisterio dentro de la comunidad. Se trata, de hecho, de la aceptación y la expulsión de miembros de ésta.

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