- INTRODUCCIÓN.
- I. EL CRITERIO DE VERDAD.
- CRITERIO DE VERDAD EN JUAN. El Prólogo.
- CRITERIO DE VERDAD EN JUAN. La experiencia de vida...
- CRITERIOS DE VERDAD EN JUAN. Las obras como criter...
- CRITERIOS DE VERDAD Y ENSEÑANZA. Condición para co...
- CRITERIO DE VERDAD EN JUAN. El caso del ciego de n...
- CRITERIOS DE VERDAD EN MARCOS: La enseñanza en la ...
- CRITERIOS DE VERDAD EN MARCOS. El leproso curado (...
- CRITERIOS DE VERDAD EN MARCOS. El obstáculo: No es...
- CRITERIO DE VERDAD EN MATEO. El criterio de las ob...
- ¿PELIGRO DE SUBJETIVISMO? (1 Jn 3,13-14).
- II. CARISMA DE ENSEÑANZA.
- "Didáskalos" y "didáskô" en los evangelios.
- El Espíritu como maestro (1 Jn 2,18-27).
- El carisma de enseñanza en las cartas paulinas.
- CONCLUSIÓN.
CRITERIOS DE VERDAD Y CARISMA DE ENSEÑANZA EN EL NUEVO TESTAMENTO. ÍNDICE.
domingo, 5 de enero de 2014
CRITERIOS DE VERDAD Y CARISMA DE ENSEÑANZA EN EL NUEVO TESTAMENTO. ÍNDICE.
CONCLUSIÓN.
Resumiendo
lo dicho, podemos decir que el único Maestro en la comunidad cristiana es Jesús,
quien actúa por medio de su Espíritu en los individuos y, sobre todo, en la
comunidad, donde se manifiesta su enseñanza a través de la profecía, que es la
aplicación concreta de su mensaje al estado y a las circunstancias en que vive
la comunidad. En consecuencia, para fundar y discernir la verdadera profecía,
como la autenticidad de cualquier actividad en el grupo cristiano, hace falta el
recuerdo incesante del mensaje de Jesús. El Jesús que habla a través de los
profetas es el mismo que vivió en la tierra y nos presentan los evangelios.
Recordemos de pasada cuántos pasajes de los evangelios, en particular del de
Juan, parecen provenir de profecías pronunciadas en la comunidad del evangelista
e integradas como dichos del Jesús histórico. La actividad de Jesús con los
suyos a lo largo de la historia es la misma que él ejerció en los días de su
vida mortal; he aquí el criterio de discernimiento para la profecía
comunitaria. No puede haber oposición entre ésta y el mensaje.
Por
eso, al lado de la enseñanza de Jesús mediante la profecía ha de darse en la
comunidad la instrucción continua sobre el mensaje. El que ejerce la
instrucción está también ayudado por el Espíritu. Su labor es preliminar, por
así decir, pero fundamental. El instructor es un discípulo más del único Maestro,
que pone sus dotes naturales y su esfuerzo de estudio al servicio de sus
hermanos.
La fe
en la resurrección de Jesús no significa aceptar como verdadero un enunciado,
sino creer o, mejor, saber por experiencia que hoy Jesús está vivo y despliega
su actividad en los suyos y en sus comunidades. Por eso, el magisterio en la comunidad
cristiana, tal como lo presentan los principales pasajes del NT, es el que
Jesús mismo ejerce mediante los mensajes inspirados de los profetas. Al lado de
este magisterio único está la labor humilde del instructor, que escruta y medita
el mensaje para proporcionar a la comunidad la base inconmovible de su adhesión
a Jesús y de su experiencia del Espíritu. Como lo expresa la primera carta de
Juan: «si eso que aprendisteis desde el principio sigue con vosotros, también vosotros
seguiréis con el Hijo y el Padre» (1 Jn 2,24).
El carisma de enseñanza en las cartas paulinas.
Son
varias las cartas de Pablo donde se habla de un carisma de enseñanza. Es más,
al poseedor de este carisma se le llama simplemente didáskalos, utilizando
el título antes reservado a Jesús. El sentido de didáskalos, sin
embargo, no coincide con el que se aplica a Jesús, pues el correlativo de
«maestro» es «discípulo», y nunca, en la comunidad primitiva, los didáskaloi
pretendieron hacer escuela ni formar grupos de discípulos. Cada miembro de
la comunidad es discípulo de Jesús y solamente de él. Por eso, la traducción
más apropiada para didáskalos como carisma no es «maestro», sino
«instructor».
Antes
de comentar los textos hay que precisar lo que se entiende por «carisma». El
carisma no es un don caído del cielo, independiente de las cualidades de la
persona. Siendo fruto del Espíritu (1 Cor 12,7ss), nuevo principio de vida que desarrolla
y potencia las capacidades del hombre, el carisma supone el desarrollo de
cualidades existentes en el individuo, para que éste las ponga al servicio de
la humanidad o de la comunidad cristiana.
Así, el
carisma de apóstol desarrolla la capacidad de convocatoria de un cristiano,
haciéndolo idóneo para fundar nuevas comunidades y educadas en la fe.
El
carisma de profeta supone el aumento de la sensibilidad al Espíritu y a la
historia y el afinamiento de la intuición, que hacen capaz de percibir el
estado de una comunidad en un
momento determinado, su sintonía o falta de sintonía con el Espíritu, su necesidad de liberación, de ánimo, de apertura, de compromiso, las líneas de desarrollo que, conforme al Espíritu y a la disposición y dotes de la comunidad, se deben proponer. Mediante la profecía, el Espíritu, a la luz de la novedad de la historia, relee incesantemente el mensaje de Jesús y va descubriendo sus virtualidades, que responden a las necesidades que van surgiendo (Jn 16,13). Combina así el «entonces» del mensaje con el «ahora» de la historia como lenguaje de Dios, recomponiendo la totalidad de la interpelación divina.
momento determinado, su sintonía o falta de sintonía con el Espíritu, su necesidad de liberación, de ánimo, de apertura, de compromiso, las líneas de desarrollo que, conforme al Espíritu y a la disposición y dotes de la comunidad, se deben proponer. Mediante la profecía, el Espíritu, a la luz de la novedad de la historia, relee incesantemente el mensaje de Jesús y va descubriendo sus virtualidades, que responden a las necesidades que van surgiendo (Jn 16,13). Combina así el «entonces» del mensaje con el «ahora» de la historia como lenguaje de Dios, recomponiendo la totalidad de la interpelación divina.
El
carisma del evangelista es el de animador entusiasta, potenciado por el
Espíritu, cuya predicación esporádica en las comunidades levanta el espíritu de
éstas y las estimula a ser fieles al Señor.
Como se
ha notado, el hecho de llamar didáskaloi a miembros de la comunidad que
ejercen una actividad de enseñanza no puede significar que éstos suplanten el
papel de Jesús. El magisterio de Jesús se ejerce por medio del Espíritu, principalmente a través
de la profecía. De ahí la importancia que Pablo atribuye a este carisma (1 Cor
14,1: «Esmeraos en el amor mutuo; ambicionad también las manifestaciones del Espíritu, sobre todo hablar
inspirados / ejercer la profecía»), suponiendo, además, que, en la reunión
cristiana, todos son capaces de ella (ibid., 14,24: «Si todos hablan inspirados y entra un no
creyente ... »}.
El
papel del didáskalos-instructor se limita, por tanto, a mantener vivo en
la comunidad el mensaje de Jesús. La importancia de esta instrucción es
decisiva, pues hemos visto antes el peligro de separar Espíritu y mensaje. El profeta inspirado por el Espíritu
transmite la enseñanza de Jesús, que aplica su mensaje a las circunstancias del
momento; el didáskalos, ayudado por el Espíritu, instruye a la comunidad
sobre el mensaje como tal. Son carismas complementarios (cf. Hch 13,1: «Había
en Antioquía, en la comunidad allí existente, profetas y maestros» ).
En
paralelo con los carismas anteriormente mencionados, también el de instructor
supone el desarrollo de capacidades existentes, en particular las de
comunicación, formulación y claridad de exposición; pero además, a diferencia de los de «apóstol»,
«profeta» o «evangelista», el de instructor desarrolla una capacidad
laboriosamente adquirida. Con toda evidencia, el «maestro» es un hombre que,
con la penetración que le da el Espíritu, estudia, medita y vive el mensaje de
Jesús y así profundiza en él, para después exponerlo a la comunidad.
En los
Hechos, de los dos misioneros, Bernabé y Saulo, enviados por el Espíritu
(13,2), Bernabé tiene el papel de profeta, Saulo el de maestro (cf. 14,12). Ambos
son llamados «apóstoles» (14,4.14), es decir, enviados para fundar nuevas comunidades.
En la
mayor parte de los textos paulinos no se explica el carisma, se constata su
existencia (cf. Rom 12,7). En 1 Cor 12,28s Pablo destaca la importancia de tres
carismas, los de «apóstol», «profeta» y «maestro», en ese orden; a continuación,
ya sin número de orden, menciona otros, al parecer menos importantes para la
comunidad. De hecho, los tres primeros la fundan y la mantienen; los que
siguen: «luego hay milagros, dones de curar, asistencias, funciones directivas,
diferentes lenguas», representan actividades o hechos ocasionales dentro de
ella.
En Ef 4,11,
se mencionan cinco carismas, en último lugar el de los «maestros»; pero lo más
importante del texto es la descripción que hace de la finalidad de estos
carismas: «él dio a unos como apóstoles, a otros como profetas, a otros como
evangelistas, a otros como pastores y maestros, con el fin de equipar a los
consagrados pata la tarea del servicio, para construir el cuerpo del Mesías,
hasta que todos sin excepción alcancemos la unidad que es fruto de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, la edad
adulta, el desarrollo que corresponde al complemento del Mesías» (14).
En 1 Tim 2,7 Pablo se describe como «maestro
de las naciones»; es la proclamación de la buena noticia entre los paganos lo
que se describe aquí como enseñanza (cf 2 Tim 1,11).
Muchas veces, el verbo «enseñar» no se usa en
el sentido técnico de carisma: designa simplemente el contenido de la predicación
o exhortación dentro de la comunidad (así en 1 Cor 4,17; Col 1,28; 2 Tes 2,15; 1
Tim 4,11; 6,2; 2 Tim 2,2), de la catequesis (Ef 4,21; Col 2,7) o la exhortación
mutua dentro de la comunidad (Col 3,16).
El Espíritu como maestro (1 Jn 2,18-27).
Ante la
defección de algunos carismáticos su cedida en la comunidad, el autor de la
primera carta de Juan, al que, por mor de la brevedad llamaremos simplemente
Juan, procura animar a los que podían vacilar en sus convicciones por causa
del abandono de miembros muy dotados por el Espíritu. Para afianzarlos, sin
embargo, Juan no apela a criterios externos, sino a un criterio interno; en sus
propias palabras: «la unción que han recibido del Consagrado» (2,20). El Santo
o Consagrado es, sin duda alguna, Jesús, consagrado por el Espíritu como
Mesías. La unción que han recibido (khrisma, relacionado con Khristos)
es el Espíritu mismo. El Espíritu da un conocimiento que permite discernir
lo que es verdad en medio de una situación confusa (<<os confirió una
unción y todos tenéis ya conocimiento»).
No
pretende Juan enseñarles la verdad, sino confirmar el conocimiento que ya
tienen (2,21: «Si os escribo no es porque no conozcáis la verdad, sino porque
la conoceréis y sabéis que de la verdad no salen mentiras»). Para ello, apela Juan a lo que han oído desde
el principio y en lo que deben perseverar (2,24). Quiere indicar con esto que
la experiencia del Espíritu de que gozan se basó en la escucha y aceptación de
un mensaje, el de Jesús Hijo de Dios; es este mensaje el que ponen en duda los disidentes,
quienes niegan que Jesús hombre y muerto en cruz sea «el Hijo». De hecho, a
ellos alude en 5,6: «Es éste el que pasó a través de agua (el bautismo, con la bajada
del Espíritu) y sangre (la muerte en cruz), Jesús Mesías. No [se sumergió/bautizó]
solamente en el agua, sino en el agua y la sangre (el bautismo y la cruz,
inseparables); y es el Espíritu el que está dando testimonio (mensajes
proféticos), porque el Espíritu es la verdad». Juan les recuerda este mensaje,
fundamento de la experiencia. Si permanecen en la adhesión a Jesús Hijo de
Dios, podrán ver claro en la situación que se ha creado: la experiencia del
Espíritu, personal y comunitaria, que les confirmará siempre ese mensaje, es el
único maestro que necesitan: «la unción con que él os ungió sigue con vosotros,
y no necesitáis otros maestros. No, como esa unción suya, que es realidad, no
ilusión (o bien: que es auténtica [alêtbes], no falsa [pseudo]), os
va enseñando en cada circunstancia aquello mismo que él os había enseñado,
seguís con él» (2,27).
Como se
ve, la enseñanza del Espíritu, presencia de Jesús en la comunidad y en sus
miembros, es la misma enseñanza de Jesús y permite a los cristianos orientarse
en una circunstancia difícil. La unción o Espíritu puede actuar interiormente en
cada miembro, pero Juan habla siempre en plural: se refiere también, sin duda,
a la profecía dentro de la comunidad.
Con
todo, la obra del Espíritu necesita como base el mensaje de Jesús. La enseñanza
actual del Espíritu es inseparable de la enseñanza histórica de Jesús. Es
precisamente por haber olvidado o rechazado ese mensaje por lo que los
disidentes se han separado de la comunidad; han independizado al Espíritu del
mensaje, al Hijo de Dios glorioso del Jesús de la historia (cf. 2 Jn 9: «Quien
va demasiado lejos y no se mantiene en la enseñanza del Mesías, no tiene a
Dios; quien permanece en esa enseñanza, ése sí tiene al Padre y al Hijo»).
"Didáskalos" y "didáskô" en los evangelios.
En el
griego de los evangelios, el término para «maestro» es didáskalos. En el
evangelio de Marcos aparece 12 veces, siempre referido a Jesús. De ellas, siete
en boca de personajes que pertenecen a la cultura judía, pero que no son del círculo de Jesús; cuatro
veces en boca de discípulos (4,38; 9,38; 10,35; 13,1) Y una vez en boca de
Jesús, para designarse a sí mismo de manera exclusiva (14,14: ho didáskalos).
En la cultura judía, didáskalos era aquel que, tomando pie de la Torá,
mostraba el camino de Dios; en el caso de Jesús, el mensaje del Reino.
El término
«rabbí», que se usaba primitivamente como tratamiento para los jefes o los que
gozaban de una posición elevada, comienza a emplearse para los maestros hacia el
año 110 a.C. Designa al maestro que comenta la Ley de Moisés permaneciendo en el
ámbito de la tradición (9). En los sinópticos, dirigido a Jesús, el término «rabbí»
aparece en un pasaje de Mateo (25,29), en boca de Judas, y en tres pasajes de Marcos,
de ellos dos veces en boca de Pedro (9,0; 11,21) y una en boca de Judas (14,45).
En estos evangelios, el término es claramente peyorativo.
En el evangelio
de Mateo, didáskalos aparece también doce veces, y Jesús se lo aplica a sí
mismo con carácter exclusivo (26,28). No sólo eso, reivindica ser el único
maestro dentro de la comunidad cristiana (23,8: «vosotros, en cambio, no os dejéis
llamar "rabbí", porque vuestro maestro es uno solo y vosotros todos sois
hermanos»).
En
Lucas aparece 17 veces. Como en Mateo y en Marcos, Jesús se lo aplica a sí mismo
con sentido exclusivo (22,11). Es conocido que en Lc los discípulos no usan este
tratamiento con Jesús, sino el de epistátês (5,5; 8,24.45; 9,33.49; cf. 17,13), que puede
traducirse por «jefe».
En Juan,
didáskalos aparece siete veces; «rabbí», ocho; pero en este evangelio son
equivalentes, como lo hace notar Juan mismo, al dar la traducción de «rabbí» en
1,38, aplicado a Jesús por los dos discípulos del Bautista. Jesús, sin embargo, no se aplica a
sí mismo el título de «rabbí», sólo el de didáskalos (13,13).
En cuanto
a la actividad de la enseñanza, Jesús, en el evangelio de Marcos, enseña
solamente a auditorios compuestos de judíos, o a sus discípulos (término que en
este evangelio designa a los seguidores procedentes del judaísmo) (10), cuando éstos
no entienden por el contacto con él y con su actividad (8,31; 9,31). Se explica
que Jesús enseñe sólo a judíos por el significado de «enseñar»: exponer el mensaje
tomando pie del A T. Marcos, que rechaza la idea de imponer la cultura judía a
los paganos, distingue cuidadosamente incluso el modo de hablar de Jesús según el
público a quien se dirige (11). Se entiende así perfectamente que Jesús nunca
dé a los discípulos el encargo de «enseñar» y que, cuando éstos de hecho
enseñan (6,30), estén traicionando la misión universal que Jesús les ha confiado.
La misión de los seguidores de Jesús es «proclamar» (13,10; 14,9: kèrússein),
es decir, proponer al mundo entero el reinado de Dios como la alternativa a
la sociedad injusta.
En
Mateo, que tiene una eclesiología diferente: todos los seguidores de Jesús,
judíos o paganos, forman parte del nuevo Israel. Mt basa esta concepción en la
promesa hecha a Abrahán: «en ti serán benditas todas las naciones» (Gn 12,3; cf.
Mt 1,1: «Hijo de Abrahán») (12). Jesús enseña a sus seguidores solamente en 5,2
(las bienaventuranzas) y el encargo de enseñar que les da (28,20) no se refiere
a una doctrina, sino a la práctica de las bienaventuranzas 28,20). El único
maestro sigue siendo Jesús (13).
En Lucas,
Jesús enseña en las sinagogas (4,15.31; 6,6;13,10), a la multitud (5,3) y gente
judía (5,17; 18,22.26; 23,5) y, finalmente, en el templo (20,1.21; 21,37);
nunca se dice que enseñe a los suyos, solamente responde cuando éstos le piden
que les enseñe a orar (11,ls). Jesús mismo habla a los discípulos de la
enseñanza que les dará el Espíritu en la hora de la persecución (12,12). Por
otra parte, en Lc Jesús no encarga a sus discípulos que enseñen; su misión será
dar testimonio de él (Hch 1,8).
Tampoco
en Juan enseña Jesús a sus discípulos, sino en la sinagoga (6,59) y en el
templo (7,14.28; 8,20). La formación del discípulo en Juan se hace por la experiencia
que da el contacto con Jesús y con su actividad (1,39; 9,3). Tampoco les encarga enseñar.
Su misión consistirá en dar un testimonio que acompañe al del Espíritu (15,26s).
De los
evangelios se deduce, por tanto, que Jesús, el Maestro no enseña a sus discípulos
o seguidores verbalmente, sino por el
contacto con su persona y actividad. Paralelamente, la
misión de los discípulos no consiste en una enseñanza, y mucho menos se habla de una enseñanza dentro de la comunidad cristiana. En ésta, el único maestro es y ha de seguir siendo Jesús mismo.
misión de los discípulos no consiste en una enseñanza, y mucho menos se habla de una enseñanza dentro de la comunidad cristiana. En ésta, el único maestro es y ha de seguir siendo Jesús mismo.
9 Cf.].
Mateos, Los Doce y otros seguidores
de Jesús en el Evangelio de Marcos, Madrid, Cristiandad 1982, p. 22ss.
10 Cf. ibid.,
p. 129ss.
11 Véase ibid., p. 194ss: El doble
vocabulario.
12 pe
ahí que en este evangelio Mateo el recaudador/publicano
aparezca en la lista de los Doce, figura del Israel mesiánico; en Mc, por el contrario,
la figura paralela de Leví queda excluida de los Doce.
13 De ahí que interpretar Mt 16,19: «te daré las
llaves del Reino de Dios: lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo
que desates en la tierra quedará desatado en el cielo», en clave de magisterio
contradice a otros datos explícitos del evangelio. Por otra parte, el poder de
atar y desatar explica el sentido de las llaves, y se da a toda la comunidad cristiana
en Mt
18,18. Si está dado a todos, no puede tratarse de un magisterio dentro de la comunidad. Se trata, de hecho, de la aceptación y la expulsión de miembros de ésta.
18,18. Si está dado a todos, no puede tratarse de un magisterio dentro de la comunidad. Se trata, de hecho, de la aceptación y la expulsión de miembros de ésta.
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